domingo, 23 de mayo de 2010

Por el placer de volver a verla

Maravillosa obra de teatro a la que he tenido el placer de asistir.

No sólo la obra, muy bien escrita, el escenario, casi sin nada, solo cuatro bultos para sentarse los dos actores (actorazos diría yo), el teatro lleno a rebosar, completamente rendido ante lo que nos estaban mostrando.

El autor, no lo conocía, Michel Tremblay, por lo visto, lleno de títulos, premios, pero qué alma, llena de delicadeza, que dedicaba esta obra a la memoria de su madre, a quien debe todo lo que es (según sus palabras) y que le sirve para recrearla, recordándola en cada representación.

Miguel Angel Solá que hace de él en la obra, premios en todas las especialidades a que se ha dedicado, que sería lo de menos,  que emociona en este papel, desde 11 años, magnífico, hasta los veintitantos, recreándonos con la relación con su madre en la obra, y... 

Blanca Oteyza, la madre, charlatana, simpática, genial, dicharachera, querida, cuerda...

Además del director, sabio, Manuel González Gil.

Todo ello te hace darte cuenta de lo que tienes, de que aunque lo pierdas , se puede recrear pues lo tienes en el fondo del corazón, que lo has currado, que no se ha ido si de verdad lo has vivido.

Realmente he pasado dos horas deliciosas.